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Camilo Castellón on his kidnapping & release by EDSN Gen. Miguel Angel Ortéz

     This story might have been published in a newspaper or magazine at some point, though exactly where is not known. The text reproduced here is from an original manuscript housed in the Nicaraguan National Archives. In it, Camilo Castellón, co-builder of the Limay-San Albino road, engineer and longtime resident of Pueblo Nuevo, member of a prominent Segovian family, tells of being seized by Sandinista rebels under Miguel Angel Ortéz and held for ransom of $1,000 córdobas. Also seized was his brother Francisco Castellón, each accompanied by his servant.

     It's a dramatic account, full of surprising events and at least one hair's-breadth escape. It's also a revealing narrative that shows the war's unfolding material dynamics, with the Sandinistas plundering the wealthy in order to pay for guns, bullets, medicines, and other material necessities. It also shows, in some detail, how at least one prominent member of the Segovian elite experienced and represented the rebels and their cause. (Below left: photograph of Camilo Castellón, from Somoza, El verdadero Sandino, p. 95; right: only known photograph of Miguel Angel Ortéz y Guillén, nom de guerre Alejandro Ferrera, ca. 1928; died in battle at Palacagüina in May 1931)
 
     The original manuscript is 21 pages long, typescript with many manual edits, and was evidently sent by telegram to the Ministry of Gobernación (Interior), responsible for law enforcement. Click on page numbers for scans of originals. English translation follows the Spanish.
 
     (NB: Earlier in the 1920s, General Alejandro Ferrera had been a Honduran folk caudillo, whose mostly Indian army had been severely weakened by the Honduran military. Until right around the time this document was produced, Alejandro Ferrera was the nom de guerre adopted by Sandinista General Miguel Angel Ortéz y Guillén, scion of a relatively well-to-do Segovian family and one of the most audacious, committed, and important of Sandino's generals.)

 

 

Por Telégrafo --- folio No. 1 --- Original.

Pueblo Nuevo, 25 de Agosto de 1928
 
Señor
Doctor Virgilio Gurdián
Managua
 
Estimado amigo:
 
Obsequio sus deseos y los de varios amigos, nacionales y extranjeros, que me telegrafiarón al saber mi libertad del secuestro; áquienes contesté agradecido:
 
El veintiuno de los corrientes, después de la jornada del trabajo, entre diez y once de la noche, en mi propiedad "SAN FRANCISCO" abierta aún la puerta de mi cuarto de dormir, momentos en que me retiraba al descanzo, me sorprendió un grupo de hombres armados de cutachas, rifles, y bombas; con jefe a la cabeza.
 
¿Es Ud. don Camilo?, me preguntó este.
 
Sí, yo soy; Ud. quien es, que se le ofrece?, le respondí.
 
Entregarle esta carta, respondióme, que mi General don Alejandro Ferrera le manda. Lo espera en su campament un poquito más allá del "Chaguitón," por donde forosamente pasaré con otra para don Francisco.
 
Mi hermano Julian, que es neurasténico, al sentir la irrupción desde su cuarto continguo a mio, se levantó inmediatamente bastante disgustado; y en previsión de un desastre, rogeles dispensarlo, tomando encuenta su estadopsicológico; fui atendido, les dí las gracias, y empecé a leer:
 
La carta dice así:

"La montaña, Agosto veintiuno de mil novecientos veintiocho.
Señor don Camilo Castellón. San Francisco. Muy señor nuestro: cumpliendo instrucciones de mi Jefe General, General Augusto C. Sandino, notificole para que inmediatamente se conduzca con esa comisión que va al lugar donde yo me encuentro, pues necesito unos datos interesantisimos los que deseo Ud. me los dé. Si Ud. en esa tiene ropa démele dos vestidos y una chamarra a los muchachos que van, aqui le otorgaré recibo. Con toda consideración tengo el gusto subscribirme de usted atento S.S., Patria y Libertad. Alejandro F. Ferrera."

Leida, le manifesté que no tenia frazadas. Me contestó que le diera su equivalente en otras cosas que ellos estaban viendo y tocando, como sacos nuevos de brahamante y otros artefactos que juzgaban útiles. En efecto, prometiendo recibo espontaneamente, los hombres iban tomando lo que les parecia, por ejemplo: sacos, un anteojo le larga vista, camisas, camisolas, dril, una lamparita electrica, queso, café, botas nuevas y otras menudencias.
 
Después de estos pormenores y otros incidentes, como el disparo de rifle por una de las imaginarias que controlaban una de las puertas de cuarto la que da al comedor, me dijo que mandara a encillar mi mula; pero le manifesté que preferia irme a pié por los malos caminos. Me instó y entonces requerí a mi sirviente Jovino Casco para que la fuera a traer; regresó a los pocos segundos diciendo que lo la traia por que no se lo permitia un centinela que controlaba el sendero respectivo. El Jefe ordenó pase: vino la bestia, se encilló, y como me dijera el dicho Jefe que podia llevar una persona de mi confianza, ordené a Casco seguirme y a Santiago López, también sirviente, adolescente de catorce años, con el objeto de regresarlo con la bestia como lo hice, pues a las cuatrocientas varasde emprendida la marcha, por el mal camino, preferí continuar a pié con una lampara tubular que me permitieron llevar. La mula al cuidado de López hasta el Chaguitón, de donde la devolví, no antes, por que las arguí que según el trayecto la ocuparía no más adelante.
 
Francisco recibió su misiva en su propiedad Chaguitón, rodeada la casa; y después de tomar todos una taza de café negro, continuamos juntos el viacruces, por caminos escarpados, laderas, cuestas empinadas, lodazales, desfiladeros, quebradas con agua hasta el muslo y apbructas montañas en donde aún no la pentrado el hacha, hasta el amanecer en que se hizo alto, cuando los pajarillos con sustrinos saludaban la aparición del día. / p. 2 /
 
El jefe amarró la amaca de viaje que hubo en "San Francisco"; estuvo conversando con nosotros hasta la nueve de la mañana; nos ofreció café negro, tortillas, queso y elotes, y luego se despidió diciendonos que volvería pronto, que iba al campamento del General Ferrera, con una parte de sus números, entre ellos uno que llamaban "El Coronel." Para nuestra vigilancia y sorpresa del enemigo dejó unas cuantas imaginarias.
 
Antes de partir, le pregunté nuevamente por su nombre y me dijo llamarse Miguel Angel Ortez Guillén; de donde? de Ocotal, me respondió. En "San Francisco" le habia hecho la misma pregunta, dándome un nombre que ahora no me acuerdo. Todo esto occuria en un rancho, del Señor Toribio Reyes, invadido a la hora dicha atrás; se despidió, montó, y se fue por el lado opuesto de la vereda que habiamos traido, serian las nueve y media de la mañana, repitiendo que volvería pronto, que solamente iba al campamento donde encontraba su jefe General Ferrera.
 
Las horas pasaban y él no aparecia.
 
A las tres p.m. apareció el Coronel con dos comunicaciones, una le entregó a Francisco y la otra a mi.
 
La dirijida a mi literalmente dice:

"Campamento general, Agosto 22 de 1928. Señor don Camilo Castellon. El Bonete. paraje del Rancho. Muy distinguido Señor:
 
"Después de saludarle me es grato hacerle sentir que he llamado su atención honorablemente por una parte para hacerle sentir nuestra verdadera situación a fin de que Ud. como buen liberal deseanos principios a la vez la haga sentir ante el público Nicaragüense, a ver si asi los principales hombres de talento cooperan eficazemente hasta conseguir las verdaderas aspiraciones del pueblo Nicaragüense. Por otra parte le hago saber que / p. 3 / en vista de las multiples necesidades del ejército defensor de la Soberania de Nicaragua, ha sido Utd. uno de los comprendidos en las cuotas que se han designado. De manera que notificole para que hoy a las nueve de la noche a mas tardar me ponga en el Bonete esto es en el rancho de Reyes, ami órden la cantidad de MIL CORDOBAS $¢1,000.00 manifestándole que si a esa hora no hace efectiva dicha contribución será conducido al campamento General de la frontera, donde forzosamente tendrá que pagar el doble. Al recibo de ese dinero se le otorgará su recibo correspondiente y toda clase de garantía tanto para su persona como para sus intereses con lo que Utd. podrá atender tranquilamente su hacienda y demás negocios sin temor alguno de ser molestado por nuestras fuerzas. Para que mande traer ese dinero a donde corresponda le concedo permiso a don Francisco, para que a la vez traiga el la cuota que se le ha designado, siendo entendido que volverá a la hora designada con el contingentes advirtiendo que si él da cuenta al enemigo irá en perjuicio de Utds -- Con toda Consideración me suscribo de Utd Att S.S. y Amigo. Patria y Libertad -- Alejandro F. Ferrera."

La de Francisco literalmente dice asi:

"Campamento General, Agosto 22 de 1928. Señor Don Francisco Castellón. El Bonete / Paraje. Muy apreciable correligionario: Después de saludarlo deseo hacerle sentir que en vista de las necesidades del Ejército Defensor the la Soberania de Nicaragua se had designado en la zona de un comando varias contribuciones habiendo quedado Utd. comprendido en DOCIENTOS SINCUENTA CÓRDOBAS $¢ 250.00  En este caso notificole para que a mas tardar hoy a las nueve de la noche me ponga en el Bonete dicha cantidad, pues de lo contrario será conducido al campamento General de la Frontera donde forzosamente tendrá que pagar el doble - para que Utd. vaya a traer ese dinero a donde le corresponda confiado en su honorabilidad puede ir Utd. personalmente, que dando / p. 4 / uedando detenido don Camilo hasta cubrir integra la cuota que se le ha designado. Es entendido que Ud. vuelve con el contingente a la hora designada, por que de lo contrario todo irá en perjuicio de Uds. Al recibo de la contribución se le otorgará recibo y toda clase de garantias para que atienda su Hacienda y demás negocios sin peligro de ser molestado por nuestras fuerzas. Por el momento tengo el gusto de suscribirme de Ud. Atto. S.S. Patria y Libertad /s/ Alejandro F. Ferrera."

Francisco salió inmediatamente con el encargo mio de conseguirme los mil córdobas, llevarlos juntos con los de él ó mandarmelo no sin advertirla al Coronel, que las nueve de la noche no era el término de la distancia. No impugnó.
 
A las cuatro p.m. aparecieron lo Marinos y el señor don Rosa Benavidez por el camino que en la noche habiamos traido, descendiendo al fondo de una cañada muy profunda, para enseguida subir hasta el punto donde yo me encontraba detenido. Las imaginarias dierón la voz de alerta. Yo también los ví. A la voz de alerta todos corrieron en sentido opuesto sobre un a inmensa falda, bastante empinada. Yo traté de quedarme en la casa o cerca de ella, para esperar allí el resultado cualquiera que fuera; pero la custodia me ordenó pasar adelante, intimandome de muerte y señalandome el camino que debía de seguir, una quebradita peña y calosa cubierta de breñales, zarsas y otras malezas a lo largo de la empinada cuesta, casi rrecta, sembrada de draquitas y [ ---- ] descubiertos por las aguas de las lluvias, incomada y seca, pues en ese momento no tenía ni una gota de agua.
 
Los de adelante ascendian con destreza. Yo no podía hacer lo mismo ni mi sirviente Casco, que tenía que irme donde la mano para salvar los escalones formados por las piedras y [arecifes]; los de atrás querían ascender con la misma velocidad que sus compañeros de adelante, temiendo un tiroteo de los Marinos con peligro de perder sus vidas y sus maletitas, y era un atrazo. Al decirme: "Ande, sinó aqui no más lo dejamos muerto," les repuse: "no lo creo, ustedes son hombres de buen corazón, no les conviene sembrar el terror, si disparan ustedes, los Americanos, oiran las detonaciones, pensaran que estan haciendo blanco en ellos y ellos entonces tendrán que hacer blanco en ustedes, los matarán indudablemente con sus chorros de balas. Yo estaría muerto pero sería triste el fin de ustedes, por sus esposas, queridas, hijos, familiares, y la causa que dicen abrazar con ardor."
 
Seguimos ascendiendo con dificultad como docientos varas cuesta arriba sin oirles otra amenaza. Hicierón alto y nos sentamos.
 
Esta parada me alegró en medio del temor de una inprudencia de parte de los que me cuidaban ó de sus compañeros, que pudiera provocar el functionamiento de las maquinas de los Marinos. Pero nó, ambos se portarón como convenia.
 
Ellos, los marinos, tenían conocimiento de todo, lo mismo que el señor Benavidez, é intencionalmente no disparón en dirreción nuestra por temor de matarme, pues en el Rancho de Reyes, supierón que Francisco andaba en el Pueblo trayendo el dinero y que solo you habia quedado. Decian, me lo dijerón de vuelta en el Rancho, para allá no hay que tirar, está don Camilo, cosa que desde luego les agradezco.
 
Dimos silvidos entre ellos, para juntarse, y descargas el sentido opuesto al de nosotros.
 
Cesarón los silvidos y las descargas, reinaba el silencio y todo el cuadro en medio de aquella soledad y de aquella naturaleza salvaje y casi primitiva indicaba que los Marinos se habian marchado, para no obstaculizar el desarrollo ó proceso del rescate, mediante el pago de las sumas apuntadas, de lo cual no tenian conocimiento al salir de Pueblo Nuevo; y probablemente si a su llegada al rancho.
 
A las seis y media se acercó a nosotros uno de los delanteros, corredores en todo, como una lagartija, ladera abajo, ordenando que siguieramos la marcha. En efecto, muy penosa la asención, con mucha sed, sin agua, caminando cuesta arriba, [-ron] picando y resbalan de vez en cuando, tanteando saltos y agarrederos para no caer al abismo.
 
A la media hora, ya entrada la noche, apareció por encima de nosotros, otro de los adelanteros ó lagartija, a precisarnos. Los de me retaguardia oreyendo que era Marino prepararón armas pero enseguida se reconosierón.
 
En ese momento traté de ampararme en un ocote con tan mala suerte que el primer / p. 5 / paso lo dí en falso en un hueco yendome de guindo abajo resbalando y sosteniendome poco a poco con las manos un trayecto como de quince varas. Me detube en unas raices. Volví al punto auxiliado por mi sirviente y de uno de los de la custodia.
 
Seguimos el ascenso, la sed era tremenda. A las diez y media más o menos coronamos la altura. Allí encontramos a los delanteros junto con su Jefe Ortéz Guillén: va adelante con otros números al campamento del General Ferrera, me contestó.
 
Entre varios de los números que habian quedado, alterna bangestos, interjecciones, esto es manifestaciones de marcado disgusto por la llegada de los Americanos, la perdida de las dos mulas, la del Coronel en el propio Rancho y la de Ortéz un poco arriba del mismo, sobre un punto de la cuesta que acaba vamos desalvar en donde según parece habia pasado el dia ó se habia quedado de regreso del campamento de Ferrera que él amenudo aseguraba existir como otros tantos.
 
Yo en verdad nunca le ví la cara a Ferrera.
 
En sus contrariedades decían que nosotros les habiamos mandado aviso a los Marinos desde nuestras respectivas Haciendas y el enojo que esta creencia les causaba, aún que el Jefe y varios de sus números permanecían callados, no dejaba de ponerme en cuidado, unos se acordaban de Chico y del dinero, otros de la frontera donde debia pagar el doble ó más; de las dos mulas y de la amaca, de las horas, etc. Para calmarlos / p. 6 / un poco les manifesté en tono amigable que nosotros no eramos los culpables de la denuncia ante los Marinos, sino simplemente las victimas; que a ellos mismos les constaba que ho habiamos tenido tiempo de hacerlo en nuestras respectivas haciendas; que tampoco Francisco en el caso de que se hubiera cruzado con ellos, los Marinos, que venían sobre la huella, que si algo les hubiera dicho sería más bien en su favor para no ser ultimados y desarrollo del proceso de rescate. Además, no pudo haber tal cruce porque dadas las horas y distancias cuando los marinos entraban a la huella él con seguridad ya había cruzado el camino de Pueblo Nuevo que cruza la dicha huella. Que más bien ellos mismos tenían la culpa sin quererlo porque en cuando llegaban a una hacienda, rancho ó alquería, eran vistos por niños y viejos, sirvientes, parientes, vecinos y transeuentes, dilatandose mucho tiempo solicitando agua, café, comida y otras cosas y que esos naturalmente referían lo que veían y les causaba impresión sobre todo.
 
Que ya les había manifestado anteriormente que las 9 p.m. no era el término de la distancia, ni las doce de la noche, ni podía saber Francisco donde nos encontrabamos. Que si querían nos regresaramos al punto convenido y allí sabrían la verdad.
 
Entonces habló el jefe diciéndome que se me acusaba de americanista y de Moncadista.
 
Yo le contesté:

"¿Quién o quienes son esos que me acusan? Creo que todo eso es más bien cuestión de intrigas mal sanas en donde campean la envidia, el egoísmo y el disgusto marcado porque no toma uno parte en bataholas que no le incumben. Hablarles sobre este punto sería no concluir; pero entendámanos: ¿americanista antes de que los trajeran aquí, ó americanista / p. 7 / ahora que están aquí, es decir cuando no pensaban ellos en intervención o ahora que han sido traidos por otros y no por mí. Yo no he sido ni soy gerente de los intereses públicos, ni gerente de los sectores políticos, ni culpable me siento del origen de todas estas barahundas y danzas macabras. Yo nunca he tenido poder para traerlos ni tampoco para despacharlos. Yo soy una simple unidad, un simple ciudadano que vivo trabajando. Ni ellos ni yo tenemos la culpa. Todo eso es cuestión de criterio. Hay que afirmar las cosas con fundamento pero sin dicen que dicen, que dicen. Yo en cambio les puedo demostrar con documetos fehacientes lo que he sido y soy, con hechos también, en lo político, en lo social, en lo profesional y ahora en los campos de la agricultura, en esa montaña donde me capturaron, que tengo del copete desde hace varios años, propuesto a desgobernarla a fuerza de hacha, machete y privaciones para bien del país en general, puesto que la agricultura es la fuente de riqueza en todos los paises del mundo o que ella me desgobierno a mí. Hace poco por ejemplo renuncié agradecido dos puestos públicos de importancia alegando entre otras cosas la de estar retirado de la política desde Abril de 1908 que me ausenté del país. Yo no sé cuales sean los fundamentos de Uds. razonables para tenerme por esto o por el otro, en estas zarabandas diabólicos que han dado por resultado la intervención que ahora los persigue. Cuando los marinos pasan de Limay y de Pueblo Nuevo á la hacienda de Pataste de don Guillermo Mosher, cuidadano americano, y viceversa, las pocas veces que de tránsito han entrado donde mí, en 'San Francisco,' lo han hecho con toda cortesía, no han molestado más bien pedido informes si he tenido novedad y ofrecido garan / p. 8 / tías, siguiendo su camino al lugar de su destino pues para ellos el tiempo es oro (Time is money). No andan de limósna todo lo que necesitan lo compran. Si una Onza de oro viene en el aire sobre mí yo no meto la mano para que me golpee, la dejo seguir su curso, caer y si después me parece levantarla, la levanto si puedo y la pongo en su lugar o alludo a ponerla. Suponganse muchachos que Uds. tienen a la orilla de la cumbre donde nos encontramos una vacija llena de dinero, bien pesada, y un travieso, bruto, o mal intencionado, le da vuelta y la hace rodar deguindo abajo por la falda donde ahorita nos hallamos lo que harian sería apartarse para no ser golpeados, dejarla caer al plan y después irla a buscar y levantarla para ponerlaen su puesto. Así más o menos pasa con la intervención solicitada por otros: está llegando al plan de donde puede lavantarse con las palancas de la justicia y de la diplomacia, con su punto de apollo que son: las constantes, claras, y terminantes declaraciones del gobierno serio de los Estados Unidos, conocedor de los derechos del hombre y del derecho de las naciones a ser soberanas, libres, é independientes; en el criterio é inteligencia de sus hombres de estado; y ven la honestidad del gran pueblo americano ó sea el crisol donde están fundidas todas las razas del mundo. Yo no recuerdo haber sido nunca "ista", ni tratandose ne naciones, ni tratandose de individuos. Yo desearía la unión de todos los pueblos de la tierra y ya lo he dicho por la prensa. Yo soy amigo de la cultura, de la inteligencia, y de la honradez donde quiera que la encuentro, sea individual ó colectiva, grande ó pequeño, blanco amarillo ó negro. Yo soy amigo de los principios, de las doctrinas que van a la par del siglo, del progreso. Yo no soy personalista y por eso tengo amigos personales en todos / p. 9 / los partidos, en todas las razas que conozco y entre nacionales y extranjeros. Yo soy partidario de la escuela, de las vías de comunicación y de la inmigración. Deseo que todo el que viene aquí de paises lejanos o cercanos escriba a los suyos cosas bonitas, verdaderas, de nuestro país, y no cosas feas. Que diga que hay buenos terrenos, buenos brazos para trabajar, minas; que si es verdad que hay malos é indecentes tambien los hay honrados y caballeros, que contemplen los asuntos por el lado que se debe. Yo no soy 'fobo' soy 'philo' cuando debo serlo; me gusta entrarpero á un campo de pie no de gateada."

Todo eso les dije en aquella rodeado, en medio del silencio de la noche en aquella naturaleza salvaje y casi primitiva. Me escucharon con atención.
 
El jefe me dijo:

"Siento mucho don Camilo haberlo maltratado, yo no lo conocía á Ud., ahora la cosa no tiene remedio porque tengo que llegar a donde mi jefe con Ud. ó con el dinero."

Entramos en ligeras divagaciones sobre los mismos tópicos y luego que coronamos la altura seguimos caminando sobre la cumbre de la montaña con ligeras ondulaciones, apartando sacatuste, sarza y otras malezas hasta que hicimos alto á horas avanzadas de la noche. El jefe buscó un lugar adecuado para la dormida, tendió su capote de hule color amarillento en el suelo y me dijo que podía acostarme en él.

Pero antes sería conveniente tomar agua general le dije, "Ud. y sus números deben tener sed, tan abrazadora como la que yo tengo, una tropa sin agua no resiste mucho tiempo." No hay respondió uno de los números. Si hay pero largo de aquí repuso otro. No importa que esté a una dos ó más horas, el asunto es que venga tarde ó temprano, les volvi a decir; el número salió a todo escape y nos quedamos sentados esperándolo. A la hora regresó sin ella diciendo que en "El Naranjo" estaban los americanos hablando en su lengua que él no entendía y apundando con sus luces. Nos / p. 10 / acostamos. Sobre el capote puse un saco nuevo de brahamante que solicité a uno de los números de los que habían tomado en "San Francisco." Yo en medio del jefe y mi sirviente Casco; alrededor los soldados y la imaginaria de pié. El jefe antes de acostarse se persinó y rezó. Dormimos unas pocas horas despertandome antes de la salida. A las 4 y ½ más o menos se dió la voz de marcha y empezamos a caminar sobre la meseta hasta la lejanía de la cresta que con los respendores del día divisamos antes envuelta en una especie de ocalina. Luego seguimos de cuesta abajo en dirección de una bajura, rompiendo monte bajo, breñas y cuidadosos de los barrancos en ciertos trechos. Sentí alegría al ver que ibamos de cuesta abajo, en la vertiente de la derecha, por las probabilidades de encontrar agua en el fondo de la gran cañada que habíamos abordado. Pero antes de llegar al propio cause disupuso el jefe hacer alto, al pié de un hermosa árbol de roble, en donde todos nos sentamos, tendiéndome antes el capote. Cada cual tomó su puesto procurando no ser vistos por aeroplanos. A continuación dispuso la busqueda del agua. Serían las 8½ de la mañana. A la ½ hora más o menos volvió el número con un gran calabazo lleno del precioso liquido. El jefe me ofreció primero, yo lo insté a que tomara el primero. No, después de Ud. Así se hizo y todos saciamos la sed.
 
Se trató de café y salió un número con el canto de irlo a preparar. A la hora más o menos regresó con una jarra grande llena de café negro con dulce, una gran cuajada mantequilluda, güiras, elotes y tortillas. El jefe me ofreció su taza, no había otra. Aunque le dijo que se sirviera él primero no quizo. La acepté, me serví café yo mismo y / p. 11 / me dieron mi buena ración de todo lo dicho; la cuajada era de primera. Nos desayunamos muy bien fodos. Pocos momentos después se empesó a sentir ruido de aeroplanos, que en efecto divisamos bastante elevados y por allá en los confines de la planura, de una floresta, de la bajura antes dicha. Pasó la impresión de los aeroplanos. Los números boca arriba cubiertos por el monte decían de vez en cuando: aquí no nos ve esa paloma. No es la paloma dijo uno de ellos, sino el anfibio; pues tampoco nos ve repuso el mismo.
 
Pasamos el resto del día, callados unas veces, calmos; pero de repente se acordaban de los americanos que los habían hecho salir del sintio atrás aludido; de la no llegada de Chico, por no saber donde nos encontrabamos; de la perdida de las dos mulas y de la hamaca; del dinero y da la urgencia de regresar a sus campamentos o de levantar ese campo; y estos sin sabores para ellos los ajitaba y entonces empezaban los regañadientes de algunos de los números. Yo naturalmente procuraba no desmallar en mi tarea de no ser maltratado, ni conducido a la frontera donde tendría que pagar el doble, y sobre todo de conseguir mi libertad. Les decía a propósito del viaje a la frontera que yo ya no podía andar, por que el camino era muy pesado para mí, que yo más bien iba a ser un estorbo para ellos puesto que me iban cuidando y que acalambrados por esa circunstancia me iban a tener que dejar en el camino peridod y talvez muerto de sed y hambre puesto que iban por crestas solitarias; por no decirles me tendrán que matar o llevarme de arrastrada.
Por fin, a las cuatro poco más o menos de la tarde de ese mismo día logré que me dejaran en libertad bajo mi palabra de honor para buscar y / p. 12 / mandarles los un mil córdobas. Francamente noté en el jefe una lucha en su ánimo, esto es una fuerza que lo compelía a darme la libertad y otra a no dármela. Hablaba de que en los otros campamentos había jefes que deseaban que mi cuota fuera de cinco mil córdobas y que él habia logrado reducirla a mil. En tal momento surgían: la duda, el gesto, el regansdiente, la indecision. Por fin les dije se hace tarde, deseo la libertad. Bueno puede marcharse; lo espero bajo su palabra de honor o me manda la cosa con persona de confianza a tal punto, a donde yo mandaré también mi recomendado de confianza; pero sin que esta maniobra se sepa. Para ponerle fin a mi situación bien penosa le contesté entendido y me despedí con el propósito de complir mi palabra de honor empeñada.
 
El andaba muy buenos baqueanos conocedores de todos los rincones de esa mole de montaña. Yo no conocí a ninguno.
 
A Francisco no le habían registrado las bolsas; ni amí tampoco, fueron considerados en esa parte. Mi anillo lo había dejado en "San Francisco." La mula tampoco me la exigieron allá, ni en "El Chagüitón."
 
Me despedí de él y de sus números y emprendí la marcha junto con mi sirviente, de cuesta abajo hacia el fondo de la cañada, apartando breñas, hojarascas, behucos, entre una maleza alta que nos cubría; y seguimos, chapoteando lodo en algunas partes, atrucun, con el bendito en la boca, por el temor de ser alcanzados y vueltos. Anda!, que en la tardanza está el peligro, aunque yo tengo propósito de cumplir con mi palabra de honor, se les puede antojar volvernos, le decía a mi compañero.
 
Llegamos a un rancho, saludamos, nos ofrecieron elotes que con el mayor / p. 13 / gusto saboreamos, no obstante mis deseos de no perder ni un segundo. Dicho y hecho, la sentía: una comisión del general nos alcanzó en el rancho, diciéndome que con el señor tal, tocandolo, le mandará la encomienda. Digale que está bien. Me despedí, invité al señor a seguirme y empece a caminar. Hay los alcanzo! nos dijo el señor. No te detengas, le decía a Casco. El camino tan dificil como el anterior.
 
El señor nos alcanzó y seguimos caminando juntos.
 
Llegamos al rancho donde habiamos estado detenidos, saludamos, cambiamos impresiones de la llegada de los marinos y nos despedimos.
 
Después de mucho caminar siempre a pie llegamos al Valle llamado "El Chorro," sembrado de pequeñas almunias, a la despedida del crepúsculo; seguimos caminando y por último ya de noche dispusimos quedarnos en el rancho de una familia Soza, para seguir el viaje en la mañana.
 
Poco atrás me ofrecieron un caballo con mucha bondad. Lo tantié pero no me pareció para el camino.
 
La familia Soza, nos atendió como pudo ofreciendonos café negro, queso, frijoles, elotes, tortillas, y tapescos de tabla para dormir.
En la mañana nos desayunamos, nos despedimos dando las gracias y poniendonos a las órdenes. Salimos dejando esa accidentada campiña, y después de mucho caminar, varianda siempre [ ----- ] de mil lodos y quebradas, al Chagüitón. Las gentes que encontramos en el camino y allí se mostraba muy contenta, con nuestra libertad.
 
En el Chagüitón se encontraba mi pariente Vicente Castellón y después de saludarme, me habló así:

"Francisco está en el pueblo; se fué enfermo y maltratado; a mí me dejó en su lugar; el dinero está listo allá; ayer / p. 14 / mandé comisiones con el fin de averiguar donde se encontraba para disponer lo conveniente pero fué en vano; pues se volvieron sin averiguar nada. Por eso casualmente me estaba alistando para investigar yo mismo su paradero y mandarle esta carta que está aquí, dándomela, el la que le digo lo mismo; y que me diera noticias suyas. Me habí dicho que el efectivo mío y el de Chico los tenía listos en su poseción llamada 'El Caracol' en un punto distante de las casas."

Oiga!, le dije al recomendado, llamándolo, el dinero no está aquí; pero sí está listo; de manera que vamonos a "San Francisco" que está cerca de aquí, quiero ver primero a mi hermano y servicio, que sepan que estoy libre y de allá se vuelve Ud. con una carta para su seguridad, que o crean que es cosa suya y lo molesten. En cuanto me desocupe y dé algunas órdenes saldré para tratar de cumplir con mi palabra de honor mandando la encomienda al lugar convenido.
 
Llegamos a San Francisco, ví a mi hermano, al servicio, a don José Lorenzo Reyes, me puse a hacer la carta; se la entregué al recomendado y después de dar algunas órdenes para poner en órden ciertas cosas, me despedí y me fuí acompañado de mi recomendado de confian o sea Vicente: La dicha carta dice así:

"Hacienda San Francisco, 24 de Agosto, 1928. General don Miguel Angel Ortéz y Guillén. Sus manos. Estimado general: / p. 15 / Después de una travesía larga y penosa a pié acabo de regresar; y en cumplimiento de mi palabra empeñada salgo inmediatamente hacia Pueblo Nuevo, en donde está lista la encomienda que en esas cerranías y desfiladeros me exigió a base de mi libertad, la que le enviaré desde allá lo más pronto posible a la casa de su recomendado, quién por los motivos justos que él le explicará va sin ella. Chico tuvo la mejor intención de cumplir, pero no atinando donde nos encontrabamos por el inesperado incidente que lo determinó a Ud. a desocupar el punto de cita, enfermo y maltratado por la caminata a pié también, se fué al Pueblo donde me espera. Por tal motivo no lo encontré en su propiedad, siento mucho, solamente a unas comisiones que se encargaban desde ayer de averiguar para los fines consiguientes nuestro paradero en esas abruptas montañas. Ellas, las comisiones, hicieron todo esfuerzo sin resultado, pues no encontrarón quien les diera informes al respecto. Agradeciéndole desde luego la prueba de confianza que me dispensó, me suscribe de Ud. atto. S. S. (f) C. Castellón."

Yo había alistado recado de escribir en "San Francisco," después de las pláticas del caso con varios anciosos de detalles; de tomar una taza de café y de poner, como he dicho antes, en órden ciertas cosas.
 
En el camino me apié en lugar convieniente y formuló el siguiente pagaré. Asegurandole ser pagado a su presentación en una postdata:

"Pagaré al General Miguel Angel Ortéz Guillén, recomendado del General Alejandro Ferrera, la suma de un mil córdobas; exigidos por mi libertad en el lugar del secuestro el 22 de Agosto de 1928. / p. 16 / (f) C. Castellón. La Montaña, Jurisdicción de Pueblo Nuevo, Agosto de 1928."

Se lo leí a Vicente, se lo entregué y le ordené salir al lugar de la cita con una carta firmada por él y la postdata, advirtiéndole; que el dinero efectivo estaba listo, en depósito y que el pagaré sería cubierto a su presentación por el propio general o por su recomendado de confianza, que mandara con las credenciales y documentos del caso, pues que yo estaba dispuesto a cumplir con mi palabra empeñada. Antes de partir Vicente de recomendé que hiciera la entrega del documento y de su carta cuando calculara que la mía derigida de San Francisco, hubiera llegado a su destino, para llevarlos de impresión en impresión y porque era necesario tomar tales precauciones: La de Vicente a la letra dice:

"24 de Agosto de 1928. General don Miguel Angel Ortéz Guillén. Sus manos. Estimado general: -- Lo espero en este 'Nuevo lugar designado' por Ud. para la entrega de los un mil córdobas que exigió a don Camilo en esos despeñaderos con su destacamento en cambio de su libertad. Para mi descargo, garantía y seguridad suya ante sus jefes también, es necesario o conveniente que venga personalmente, o su recomendado de confianza con sus letras y recibos firmados, como han sido sus deseos y los del general Ferrera, firmante de la nota al respecto. / p. 17 / Como Ud. comprende la seguridad de todos reclama estas formalidades, hubo la mejor intención de cumplir puntualmente y en otra forma, pero los malos caminos, las fatigas y la crisis de estos pueblos, azotados por las guerras desde hace muchos años, se han cruzado y a nuestro pesar no lo han permitido. Además el cambio de sitio de Ud. convenido. Don Camilo agradece su prueba de confianza, sintiendo al mismo tiempo las dificultades dichas y circunstancias que ahora se cruzan para hacerlo ya en forma efectiva. De Ud. atto. y S. S. (f) Vicente Castellón."

Todo esto por su puesto, era entendido de verificarse con la mayor prontitud posible. me decía Ortéz Guillén, que el dinero no era para él sino para la causa que sustentaban, que sus padres eran cómodos y que le habían escrito varias veces llamándolo y exhortándolo a que dejara esa vida y poniendo a sus órdenes todo su capital; que él sabía trabajar, que se dedicaba con éxito al cultivo de la caña de azucar cuando dispuso viaje al "Chipote" donde Sandino, quien lo recibió algo frio al principio, siendo ahora uno de los de su confianza; que los americanos también le han escrito ofreciéndole dinero para él y para sus números, garantías y un buen puesto; pero que tampoco aceptó esa propuesta enseñandome dos cartas: que dentro de muy pocos días se iría donde Sandino; que la jornada la hacía en cinco días; que a don Guillermo Mosher lo tenían en lista y que le volarían la casa con bombas, sino les ayudaba, aún cuando fuera, o más claro, siquiera pagándoles la cuota que le tenían asignada y que oportunamente lo notificaríam que / p. 18 / estaban bien preparados y que el ataque general lo harán dentro de muy pocos días. Todo esto no pretendemos que sea un secreto, pues lo decimos publicamente, cada vez que hay ocasión. En su conversación demuestra ser un fanático Sandinista.
 
Me dió varios números de la revista "Ariel."
 
Ortéz Guillén, es bastante joven, blanco, pelo rubio que usa bastante largo, de perfiles bien marcados y fisonomía simpática, con alguna preparación, a juzgar por su modo de conversar, de 23 años de edad, estudió en León la primaria y tres grados de secundaria, según me lo manifestó; agregando que uno de sus maestros había sido don Abraham Paguaga.

No recuerdo porque motivo hablamos del Coco y de Ciudad Vieja, llamada antiguamente "la ciudad de la Nueva Segovia," de donde le vino el nombre al Departamento, lo que dió origen a una plática sobre la historia de su fundación, asaltos de los pirates en los siglos pasados, emigración de las familias principales a estos lugares y al interior, etc., tradición de la existencia de un tesoro, fin de su fundador Francisco Hernández de Córdoba, etc. / p. 19 /
 
El dinero naturalmente lo tenía Vicente en depósito también para su propia garantía, con instrucciones de mandar primero su carta enseguida el pagaré, y por último el dinero a su presentación y recibo correspondiente que identificara; no sin dejar de aconsejarle precauciones para seguridades de personas y fondas; todo en cumplimiento de lo ofrecido bajo palabra de honor en circunstancias críticas, en artículo "morti."
 
Después de algún tiempo trabajando hasta las dos de la madrugada regresó Vicente trayendo además de los documentos una carta que le dió a su comisionado, en el lugar señalado o convenido por ellos de acuerdo de su plan, la comisión de ellos para don Guillermo Mosher, americano, dueño de la hacienda Pataste, vecina a la mía, a una hora poco más o menos en verano; la cual le fué entregada dentro del término de la distancia; amenezándolo en la carta con la destrucción de su propiedad y otros pormenores que ya me habían dicho en el secuestro para hacerselo saber sin retisencias de ningún género y como en efecto lo hice por medio de los señores, General Ramón y Luis Fiallos, tio político y suegro respectibamente de él.
 
Llegué pues aquí sin novedad; satisfecho de no haber ido apié a la frontera; de no haber quedado muerto en esos despeñaderos, de hambre, sed, rodado, o matado; a juzgar por las anteriores amenazas aludidas; de haber dejado abonado el terreno para otro secuestrado de los que tienen en lista, si desgraciadamente les llega el día que crea, en su palabra si la comprometen; de haber salvado en fin como he dicho atrás mi desamparada situación.

Si concluyo los detalles qué se servió solicitarme, lo mismo qué otros amigos, los qué con gusto le envio, tanto en su caracter de amigo personal como Ministro de la Gobernación y de Policía, rogándole su publicación para conocimiento de los demás aquienes contesté ofriciéndoselos oportunamente; manifestándole antes de concluir, aunque caso de su peso, qué a la hacienda no se prosedio contra ellos por razones qué no se ocultan su claro criterio, y qué consigno enseguida: falta de armas; tratarse de un número considerable equipados como se ha dicho; de noche por sorpresa; / p. 19 / los mozos en sus ranchos particulares, distantes, desde temprano qué sacan sus tareas; el estado enfermo de mi hermano Julián; el peligro qué en un tiroteo correría él, sirvientas y niños de ellas; la comfianza, pues se aseguraba, por la prensa y demás fuentes qué ya todo estaba calmo; y porqué durante dos años sobre tres de intranquilidades originadas de esta últimia contienda armada, las irrupciones sucesivas de unos y otros, contenidas hasta cierto punto no habían llegado al colmo de secuestrar. Habiamos estado no solamente a merced de las juntas de detalle qué controlaban la población sino que también de algunos de los jefes expedicionarios, comisiones y desbandados qué pasaban por los dos caminos qué cruzan la propiedad.
 
Asi pues, no habia de otra: el articulo morti, y tomando en cuenta que esto va a lo largo; que el poder público aunque no vea esos sucesos con buenos ojos, ni quiera que entran a su estadio, es decir, a la República, ni al campo de trabajo nuestro, y desee sinceramente protejer a la comunidad agricola que permanece en despoblado sobre todo, sin más amparo que el que uno se puede dar, ellos entran a la hora que les conviene y desarrollan sus planes como mejor les place: qué estando constantamente expuesto a tales insidentes, no obstante de llevar una vida apartada y de trabajo, no estando en mi mano remediarlos, ni sospecharse cuando los remediaran los causantes y obligados a ello, se hace necesario qué uno mismo se de garantías por los medios apuntados, a ver si los calma un tanto y los hace quizá cambiar de rumbo contra uno; y por último, seguro de que el Gobierno de la nación garantizador de los intereses de la comunidad, inspirandoso en sentimientos de verdadera justicia, en el caso que le narro, dará sus órdenes para que por su digno medio seamos reparados en cuanto reciba la presente. / p. 21 / Y satisfecho también de poderles contar la historia, me repito su Afmo.

Amigo y S. S.

/s/ C. Castellón
 
P. D. No es verdad que hayan secuestrado al Sr. José Angel [ --- ] ni a otro más -- Ruégole dispensar los borrones por la falta de práctica mechanográfica, y por los contratiempos derivados del suceso. Vale.

Archivos Nacionales de Nicaragua
Colección Sandino, Caja 3
Informes de Actividades Sandinistas y de Colaboradores, 1928-1934

ENGLISH TRANSLATION:  forthcoming.

Ancillary document, 1926, on General Alejandro Ferrera

Jefferson Caffery, US Minister, San Salvador, to US Sec State Frank Kellogg, 26 August 1926

 

... "[The Honduran Minister in San Salvador don Rafael B. Colindres] said also that General Ferrera is still in the mountains of Honduras, near the Salvadorean border, but that the Honduranean Government no longer feared "el cacique de las montañas," as he called him, for Ferrera had often in the past been able to collect as many as 2,000 Indians around him, but now had a following of less than 200 men." ...

USDS 817.00/3796

 

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