Por Telégrafo --- folio No. 1
--- Original.
Pueblo Nuevo, 25 de Agosto de 1928
Señor
Doctor Virgilio Gurdián
Managua
Estimado amigo:
Obsequio sus deseos y los de varios amigos,
nacionales y extranjeros, que me telegrafiarón
al saber mi libertad del secuestro; áquienes
contesté agradecido:
El veintiuno de los corrientes, después de la
jornada del trabajo, entre diez y once de la
noche, en mi propiedad "SAN FRANCISCO" abierta
aún la puerta de mi cuarto de dormir, momentos
en que me retiraba al descanzo, me sorprendió un
grupo de hombres armados de cutachas, rifles, y
bombas; con jefe a la cabeza.
¿Es Ud. don Camilo?, me preguntó este.
Sí, yo soy; Ud. quien es, que se le ofrece?, le
respondí.
Entregarle esta carta, respondióme, que mi
General don Alejandro Ferrera le manda. Lo
espera en su campament un poquito más allá del
"Chaguitón," por donde forosamente pasaré con
otra para don Francisco.
Mi hermano Julian, que es neurasténico, al
sentir la irrupción desde su cuarto continguo a
mio, se levantó inmediatamente bastante
disgustado; y en previsión de un desastre,
rogeles dispensarlo, tomando encuenta su
estadopsicológico; fui atendido, les dí las
gracias, y empecé a leer:
La carta dice así:
"La montaña, Agosto veintiuno
de mil novecientos veintiocho.
Señor don Camilo Castellón. San Francisco. Muy
señor nuestro: cumpliendo instrucciones de mi
Jefe General, General Augusto C. Sandino,
notificole para que inmediatamente se conduzca
con esa comisión que va al lugar donde yo me
encuentro, pues necesito unos datos
interesantisimos los que deseo Ud. me los dé. Si
Ud. en esa tiene ropa démele dos vestidos y una
chamarra a los muchachos que van, aqui le
otorgaré recibo. Con toda consideración tengo el
gusto subscribirme de usted atento S.S., Patria
y Libertad. Alejandro F. Ferrera."
Leida, le manifesté que no
tenia frazadas. Me contestó que le diera su
equivalente en otras cosas que ellos estaban
viendo y tocando, como sacos nuevos de
brahamante y otros artefactos que juzgaban
útiles. En efecto, prometiendo recibo
espontaneamente, los hombres iban tomando lo que
les parecia, por ejemplo: sacos, un anteojo le
larga vista, camisas, camisolas, dril, una
lamparita electrica, queso, café, botas nuevas y
otras menudencias.
Después de estos pormenores y otros incidentes,
como el disparo de rifle por una de las
imaginarias que controlaban una de las puertas
de cuarto la que da al comedor, me dijo que
mandara a encillar mi mula; pero le manifesté
que preferia irme a pié por los malos caminos.
Me instó y entonces requerí a mi sirviente
Jovino Casco para que la fuera a traer; regresó
a los pocos segundos diciendo que lo la traia
por que no se lo permitia un centinela que
controlaba el sendero respectivo. El Jefe ordenó
pase: vino la bestia, se encilló, y como me
dijera el dicho Jefe que podia llevar una
persona de mi confianza, ordené a Casco seguirme
y a Santiago López, también sirviente,
adolescente de catorce años, con el objeto de
regresarlo con la bestia como lo hice, pues a
las cuatrocientas varasde emprendida la marcha,
por el mal camino, preferí continuar a pié con
una lampara tubular que me permitieron llevar.
La mula al cuidado de López hasta el Chaguitón,
de donde la devolví, no antes, por que las arguí
que según el trayecto la ocuparía no más
adelante.
Francisco recibió su misiva en su propiedad
Chaguitón, rodeada la casa; y después de tomar
todos una taza de café negro, continuamos juntos
el viacruces, por caminos escarpados, laderas,
cuestas empinadas, lodazales, desfiladeros,
quebradas con agua hasta el muslo y apbructas
montañas en donde aún no la pentrado el hacha,
hasta el amanecer en que se hizo alto, cuando
los pajarillos con sustrinos saludaban la
aparición del día. / p. 2 /
El jefe amarró la amaca de viaje que hubo en
"San Francisco"; estuvo conversando con nosotros
hasta la nueve de la mañana; nos ofreció café
negro, tortillas, queso y elotes, y luego se
despidió diciendonos que volvería pronto, que
iba al campamento del General Ferrera, con una
parte de sus números, entre ellos uno que
llamaban "El Coronel." Para nuestra vigilancia y
sorpresa del enemigo dejó unas cuantas
imaginarias.
Antes de partir, le pregunté nuevamente por su
nombre y me dijo llamarse Miguel Angel Ortez
Guillén; de donde? de Ocotal, me respondió. En
"San Francisco" le habia hecho la misma
pregunta, dándome un nombre que ahora no me
acuerdo. Todo esto occuria en un rancho, del
Señor Toribio Reyes, invadido a la hora dicha
atrás; se despidió, montó, y se fue por el lado
opuesto de la vereda que habiamos traido, serian
las nueve y media de la mañana, repitiendo que
volvería pronto, que solamente iba al campamento
donde encontraba su jefe General Ferrera.
Las horas pasaban y él no aparecia.
A las tres p.m. apareció el Coronel con dos
comunicaciones, una le entregó a Francisco y la
otra a mi.
La dirijida a mi literalmente dice:
"Campamento general, Agosto
22 de 1928. Señor don Camilo Castellon. El
Bonete. paraje del Rancho. Muy distinguido
Señor:
"Después de saludarle me es grato hacerle sentir
que he llamado su atención honorablemente por
una parte para hacerle sentir nuestra verdadera
situación a fin de que Ud. como buen liberal
deseanos principios a la vez la haga sentir ante
el público Nicaragüense, a ver si asi los
principales hombres de talento cooperan
eficazemente hasta conseguir las verdaderas
aspiraciones del pueblo Nicaragüense. Por otra
parte le hago saber que / p. 3 / en vista de las
multiples necesidades del ejército defensor de
la Soberania de Nicaragua, ha sido Utd. uno de
los comprendidos en las cuotas que se han
designado. De manera que notificole para que hoy
a las nueve de la noche a mas tardar me ponga en
el Bonete esto es en el rancho de Reyes, ami
órden la cantidad de MIL CORDOBAS $¢1,000.00
manifestándole que si a esa hora no hace
efectiva dicha contribución será conducido al
campamento General de la frontera, donde
forzosamente tendrá que pagar el doble. Al
recibo de ese dinero se le otorgará su recibo
correspondiente y toda clase de garantía tanto
para su persona como para sus intereses con lo
que Utd. podrá atender tranquilamente su
hacienda y demás negocios sin temor alguno de
ser molestado por nuestras fuerzas. Para que
mande traer ese dinero a donde corresponda le
concedo permiso a don Francisco, para que a la
vez traiga el la cuota que se le ha designado,
siendo entendido que volverá a la hora designada
con el contingentes advirtiendo que si él da
cuenta al enemigo irá en perjuicio de Utds --
Con toda Consideración me suscribo de Utd Att
S.S. y Amigo. Patria y Libertad -- Alejandro F.
Ferrera."
La de Francisco literalmente
dice asi:
"Campamento General, Agosto
22 de 1928. Señor Don Francisco Castellón. El
Bonete / Paraje. Muy apreciable correligionario:
Después de saludarlo deseo hacerle sentir que en
vista de las necesidades del Ejército Defensor
the la Soberania de Nicaragua se had designado
en la zona de un comando varias contribuciones
habiendo quedado Utd. comprendido en DOCIENTOS
SINCUENTA CÓRDOBAS $¢ 250.00 En este caso
notificole para que a mas tardar hoy a las nueve
de la noche me ponga en el Bonete dicha
cantidad, pues de lo contrario será conducido al
campamento General de la Frontera donde
forzosamente tendrá que pagar el doble - para
que Utd. vaya a traer ese dinero a donde le
corresponda confiado en su honorabilidad puede
ir Utd. personalmente, que dando / p. 4 /
uedando detenido don Camilo hasta cubrir integra
la cuota que se le ha designado. Es entendido
que Ud. vuelve con el contingente a la hora
designada, por que de lo contrario todo irá en
perjuicio de Uds. Al recibo de la contribución
se le otorgará recibo y toda clase de garantias
para que atienda su Hacienda y demás negocios
sin peligro de ser molestado por nuestras
fuerzas. Por el momento tengo el gusto de
suscribirme de Ud. Atto. S.S. Patria y Libertad
/s/ Alejandro F. Ferrera."
Francisco salió
inmediatamente con el encargo mio de conseguirme
los mil córdobas, llevarlos juntos con los de él
ó mandarmelo no sin advertirla al Coronel, que
las nueve de la noche no era el término de la
distancia. No impugnó.
A las cuatro p.m. aparecieron lo Marinos y el
señor don Rosa Benavidez por el camino que en la
noche habiamos traido, descendiendo al fondo de
una cañada muy profunda, para enseguida subir
hasta el punto donde yo me encontraba detenido.
Las imaginarias dierón la voz de alerta. Yo
también los ví. A la voz de alerta todos
corrieron en sentido opuesto sobre un a inmensa
falda, bastante empinada. Yo traté de quedarme
en la casa o cerca de ella, para esperar allí el
resultado cualquiera que fuera; pero la custodia
me ordenó pasar adelante, intimandome de muerte
y señalandome el camino que debía de seguir, una
quebradita peña y calosa cubierta de breñales,
zarsas y otras malezas a lo largo de la empinada
cuesta, casi rrecta, sembrada de draquitas y [
---- ] descubiertos por las aguas de las
lluvias, incomada y seca, pues en ese momento no
tenía ni una gota de agua.
Los de adelante ascendian con destreza. Yo no
podía hacer lo mismo ni mi sirviente Casco, que
tenía que irme donde la mano para salvar los
escalones formados por las piedras y [arecifes];
los de atrás querían ascender con la misma
velocidad que sus compañeros de adelante,
temiendo un tiroteo de los Marinos con peligro
de perder sus vidas y sus maletitas, y era un
atrazo. Al decirme: "Ande, sinó aqui no más lo
dejamos muerto," les repuse: "no lo creo,
ustedes son hombres de buen corazón, no les
conviene sembrar el terror, si disparan ustedes,
los Americanos, oiran las detonaciones, pensaran
que estan haciendo blanco en ellos y ellos
entonces tendrán que hacer blanco en ustedes,
los matarán indudablemente con sus chorros de
balas. Yo estaría muerto pero sería triste el
fin de ustedes, por sus esposas, queridas,
hijos, familiares, y la causa que dicen abrazar
con ardor."
Seguimos ascendiendo con dificultad como
docientos varas cuesta arriba sin oirles otra
amenaza. Hicierón alto y nos sentamos.
Esta parada me alegró en medio del temor de una
inprudencia de parte de los que me cuidaban ó de
sus compañeros, que pudiera provocar el
functionamiento de las maquinas de los Marinos.
Pero nó, ambos se portarón como convenia.
Ellos, los marinos, tenían conocimiento de todo,
lo mismo que el señor Benavidez, é
intencionalmente no disparón en dirreción
nuestra por temor de matarme, pues en el Rancho
de Reyes, supierón que Francisco andaba en el
Pueblo trayendo el dinero y que solo you habia
quedado. Decian, me lo dijerón de vuelta en el
Rancho, para allá no hay que tirar, está don
Camilo, cosa que desde luego les agradezco.
Dimos silvidos entre ellos, para juntarse, y
descargas el sentido opuesto al de nosotros.
Cesarón los silvidos y las descargas, reinaba el
silencio y todo el cuadro en medio de aquella
soledad y de aquella naturaleza salvaje y casi
primitiva indicaba que los Marinos se habian
marchado, para no obstaculizar el desarrollo ó
proceso del rescate, mediante el pago de las
sumas apuntadas, de lo cual no tenian
conocimiento al salir de Pueblo Nuevo; y
probablemente si a su llegada al rancho.
A las seis y media se acercó a nosotros uno de
los delanteros, corredores en todo, como una
lagartija, ladera abajo, ordenando que
siguieramos la marcha. En efecto, muy penosa la
asención, con mucha sed, sin agua, caminando
cuesta arriba, [-ron] picando y resbalan de vez
en cuando, tanteando saltos y agarrederos para
no caer al abismo.
A la media hora, ya entrada la noche, apareció
por encima de nosotros, otro de los adelanteros
ó lagartija, a precisarnos. Los de me
retaguardia oreyendo que era Marino prepararón
armas pero enseguida se reconosierón.
En ese momento traté de ampararme en un ocote
con tan mala suerte que el primer / p. 5 / paso
lo dí en falso en un hueco yendome de guindo
abajo resbalando y sosteniendome poco a poco con
las manos un trayecto como de quince varas. Me
detube en unas raices. Volví al punto auxiliado
por mi sirviente y de uno de los de la custodia.
Seguimos el ascenso, la sed era tremenda. A las
diez y media más o menos coronamos la altura.
Allí encontramos a los delanteros junto con su
Jefe Ortéz Guillén: va adelante con otros
números al campamento del General Ferrera, me
contestó.
Entre varios de los números que habian quedado,
alterna bangestos, interjecciones, esto es
manifestaciones de marcado disgusto por la
llegada de los Americanos, la perdida de las dos
mulas, la del Coronel en el propio Rancho y la
de Ortéz un poco arriba del mismo, sobre un
punto de la cuesta que acaba vamos desalvar en
donde según parece habia pasado el dia ó se
habia quedado de regreso del campamento de
Ferrera que él amenudo aseguraba existir como
otros tantos.
Yo en verdad nunca le ví la cara a Ferrera.
En sus contrariedades decían que nosotros les
habiamos mandado aviso a los Marinos desde
nuestras respectivas Haciendas y el enojo que
esta creencia les causaba, aún que el Jefe y
varios de sus números permanecían callados, no
dejaba de ponerme en cuidado, unos se acordaban
de Chico y del dinero, otros de la frontera
donde debia pagar el doble ó más; de las dos
mulas y de la amaca, de las horas, etc. Para
calmarlos / p. 6 / un poco les manifesté en tono
amigable que nosotros no eramos los culpables de
la denuncia ante los Marinos, sino simplemente
las victimas; que a ellos mismos les constaba
que ho habiamos tenido tiempo de hacerlo en
nuestras respectivas haciendas; que tampoco
Francisco en el caso de que se hubiera cruzado
con ellos, los Marinos, que venían sobre la
huella, que si algo les hubiera dicho sería más
bien en su favor para no ser ultimados y
desarrollo del proceso de rescate. Además, no
pudo haber tal cruce porque dadas las horas y
distancias cuando los marinos entraban a la
huella él con seguridad ya había cruzado el
camino de Pueblo Nuevo que cruza la dicha
huella. Que más bien ellos mismos tenían la
culpa sin quererlo porque en cuando llegaban a
una hacienda, rancho ó alquería, eran vistos por
niños y viejos, sirvientes, parientes, vecinos y
transeuentes, dilatandose mucho tiempo
solicitando agua, café, comida y otras cosas y
que esos naturalmente referían lo que veían y
les causaba impresión sobre todo.
Que ya les había manifestado anteriormente que
las 9 p.m. no era el término de la distancia, ni
las doce de la noche, ni podía saber Francisco
donde nos encontrabamos. Que si querían nos
regresaramos al punto convenido y allí sabrían
la verdad.
Entonces habló el jefe diciéndome que se me
acusaba de americanista y de Moncadista.
Yo le contesté:
"¿Quién o quienes son esos
que me acusan? Creo que todo eso es más bien
cuestión de intrigas mal sanas en donde campean
la envidia, el egoísmo y el disgusto marcado
porque no toma uno parte en bataholas que no le
incumben. Hablarles sobre este punto sería no
concluir; pero entendámanos: ¿americanista antes
de que los trajeran aquí, ó americanista / p. 7
/ ahora que están aquí, es decir cuando no
pensaban ellos en intervención o ahora que han
sido traidos por otros y no por mí. Yo no he
sido ni soy gerente de los intereses públicos,
ni gerente de los sectores políticos, ni
culpable me siento del origen de todas estas
barahundas y danzas macabras. Yo nunca he tenido
poder para traerlos ni tampoco para
despacharlos. Yo soy una simple unidad, un
simple ciudadano que vivo trabajando. Ni ellos
ni yo tenemos la culpa. Todo eso es cuestión de
criterio. Hay que afirmar las cosas con
fundamento pero sin dicen que dicen, que dicen.
Yo en cambio les puedo demostrar con documetos
fehacientes lo que he sido y soy, con hechos
también, en lo político, en lo social, en lo
profesional y ahora en los campos de la
agricultura, en esa montaña donde me capturaron,
que tengo del copete desde hace varios años,
propuesto a desgobernarla a fuerza de hacha,
machete y privaciones para bien del país en
general, puesto que la agricultura es la fuente
de riqueza en todos los paises del mundo o que
ella me desgobierno a mí. Hace poco por ejemplo
renuncié agradecido dos puestos públicos de
importancia alegando entre otras cosas la de
estar retirado de la política desde Abril de
1908 que me ausenté del país. Yo no sé cuales
sean los fundamentos de Uds. razonables para
tenerme por esto o por el otro, en estas
zarabandas diabólicos que han dado por resultado
la intervención que ahora los persigue. Cuando
los marinos pasan de Limay y de Pueblo Nuevo á
la hacienda de Pataste de don Guillermo Mosher,
cuidadano americano, y viceversa, las pocas
veces que de tránsito han entrado donde mí, en
'San Francisco,' lo han hecho con toda cortesía,
no han molestado más bien pedido informes si he
tenido novedad y ofrecido garan / p. 8 / tías,
siguiendo su camino al lugar de su destino pues
para ellos el tiempo es oro (Time is money). No
andan de limósna todo lo que necesitan lo
compran. Si una Onza de oro viene en el aire
sobre mí yo no meto la mano para que me golpee,
la dejo seguir su curso, caer y si después me
parece levantarla, la levanto si puedo y la
pongo en su lugar o alludo a ponerla. Suponganse
muchachos que Uds. tienen a la orilla de la
cumbre donde nos encontramos una vacija llena de
dinero, bien pesada, y un travieso, bruto, o mal
intencionado, le da vuelta y la hace rodar
deguindo abajo por la falda donde ahorita nos
hallamos lo que harian sería apartarse para no
ser golpeados, dejarla caer al plan y después
irla a buscar y levantarla para ponerlaen su
puesto. Así más o menos pasa con la intervención
solicitada por otros: está llegando al plan de
donde puede lavantarse con las palancas de la
justicia y de la diplomacia, con su punto de
apollo que son: las constantes, claras, y
terminantes declaraciones del gobierno serio de
los Estados Unidos, conocedor de los derechos
del hombre y del derecho de las naciones a ser
soberanas, libres, é independientes; en el
criterio é inteligencia de sus hombres de
estado; y ven la honestidad del gran pueblo
americano ó sea el crisol donde están fundidas
todas las razas del mundo. Yo no recuerdo haber
sido nunca "ista", ni tratandose ne naciones, ni
tratandose de individuos. Yo desearía la unión
de todos los pueblos de la tierra y ya lo he
dicho por la prensa. Yo soy amigo de la cultura,
de la inteligencia, y de la honradez donde
quiera que la encuentro, sea individual ó
colectiva, grande ó pequeño, blanco amarillo ó
negro. Yo soy amigo de los principios, de las
doctrinas que van a la par del siglo, del
progreso. Yo no soy personalista y por eso tengo
amigos personales en todos / p. 9 / los
partidos, en todas las razas que conozco y entre
nacionales y extranjeros. Yo soy partidario de
la escuela, de las vías de comunicación y de la
inmigración. Deseo que todo el que viene aquí de
paises lejanos o cercanos escriba a los suyos
cosas bonitas, verdaderas, de nuestro país, y no
cosas feas. Que diga que hay buenos terrenos,
buenos brazos para trabajar, minas; que si es
verdad que hay malos é indecentes tambien los
hay honrados y caballeros, que contemplen los
asuntos por el lado que se debe. Yo no soy
'fobo' soy 'philo' cuando debo serlo; me gusta
entrarpero á un campo de pie no de gateada."
Todo eso les dije en aquella
rodeado, en medio del silencio de la noche en
aquella naturaleza salvaje y casi primitiva. Me
escucharon con atención.
El jefe me dijo:
"Siento mucho don Camilo
haberlo maltratado, yo no lo conocía á Ud.,
ahora la cosa no tiene remedio porque tengo que
llegar a donde mi jefe con Ud. ó con el dinero."
Entramos en ligeras
divagaciones sobre los mismos tópicos y luego
que coronamos la altura seguimos caminando sobre
la cumbre de la montaña con ligeras
ondulaciones, apartando sacatuste, sarza y otras
malezas hasta que hicimos alto á horas avanzadas
de la noche. El jefe buscó un lugar adecuado
para la dormida, tendió su capote de hule color
amarillento en el suelo y me dijo que podía
acostarme en él.
Pero antes sería conveniente
tomar agua general le dije, "Ud. y sus números
deben tener sed, tan abrazadora como la que yo
tengo, una tropa sin agua no resiste mucho
tiempo." No hay respondió uno de los números. Si
hay pero largo de aquí repuso otro. No importa
que esté a una dos ó más horas, el asunto es que
venga tarde ó temprano, les volvi a decir; el
número salió a todo escape y nos quedamos
sentados esperándolo. A la hora regresó sin ella
diciendo que en "El Naranjo" estaban los
americanos hablando en su lengua que él no
entendía y apundando con sus luces. Nos / p. 10
/ acostamos. Sobre el capote puse un saco nuevo
de brahamante que solicité a uno de los números
de los que habían tomado en "San Francisco." Yo
en medio del jefe y mi sirviente Casco;
alrededor los soldados y la imaginaria de pié.
El jefe antes de acostarse se persinó y rezó.
Dormimos unas pocas horas despertandome antes de
la salida. A las 4 y ½ más o menos se dió la voz
de marcha y empezamos a caminar sobre la meseta
hasta la lejanía de la cresta que con los
respendores del día divisamos antes envuelta en
una especie de ocalina. Luego seguimos de cuesta
abajo en dirección de una bajura, rompiendo
monte bajo, breñas y cuidadosos de los barrancos
en ciertos trechos. Sentí alegría al ver que
ibamos de cuesta abajo, en la vertiente de la
derecha, por las probabilidades de encontrar
agua en el fondo de la gran cañada que habíamos
abordado. Pero antes de llegar al propio cause
disupuso el jefe hacer alto, al pié de un
hermosa árbol de roble, en donde todos nos
sentamos, tendiéndome antes el capote. Cada cual
tomó su puesto procurando no ser vistos por
aeroplanos. A continuación dispuso la busqueda
del agua. Serían las 8½ de la mañana. A la ½
hora más o menos volvió el número con un gran
calabazo lleno del precioso liquido. El jefe me
ofreció primero, yo lo insté a que tomara el
primero. No, después de Ud. Así se hizo y todos
saciamos la sed.
Se trató de café y salió un número con el canto
de irlo a preparar. A la hora más o menos
regresó con una jarra grande llena de café negro
con dulce, una gran cuajada mantequilluda,
güiras, elotes y tortillas. El jefe me ofreció
su taza, no había otra. Aunque le dijo que se
sirviera él primero no quizo. La acepté, me
serví café yo mismo y / p. 11 / me dieron mi
buena ración de todo lo dicho; la cuajada era de
primera. Nos desayunamos muy bien fodos. Pocos
momentos después se empesó a sentir ruido de
aeroplanos, que en efecto divisamos bastante
elevados y por allá en los confines de la
planura, de una floresta, de la bajura antes
dicha. Pasó la impresión de los aeroplanos. Los
números boca arriba cubiertos por el monte
decían de vez en cuando: aquí no nos ve esa
paloma. No es la paloma dijo uno de ellos, sino
el anfibio; pues tampoco nos ve repuso el mismo.
Pasamos el resto del día, callados unas veces,
calmos; pero de repente se acordaban de los
americanos que los habían hecho salir del sintio
atrás aludido; de la no llegada de Chico, por no
saber donde nos encontrabamos; de la perdida de
las dos mulas y de la hamaca; del dinero y da la
urgencia de regresar a sus campamentos o de
levantar ese campo; y estos sin sabores para
ellos los ajitaba y entonces empezaban los
regañadientes de algunos de los números. Yo
naturalmente procuraba no desmallar en mi tarea
de no ser maltratado, ni conducido a la frontera
donde tendría que pagar el doble, y sobre todo
de conseguir mi libertad. Les decía a propósito
del viaje a la frontera que yo ya no podía
andar, por que el camino era muy pesado para mí,
que yo más bien iba a ser un estorbo para ellos
puesto que me iban cuidando y que acalambrados
por esa circunstancia me iban a tener que dejar
en el camino peridod y talvez muerto de sed y
hambre puesto que iban por crestas solitarias;
por no decirles me tendrán que matar o llevarme
de arrastrada.
Por fin, a las cuatro poco más o menos de la
tarde de ese mismo día logré que me dejaran en
libertad bajo mi palabra de honor para buscar y
/ p. 12 / mandarles los un mil córdobas.
Francamente noté en el jefe una lucha en su
ánimo, esto es una fuerza que lo compelía a
darme la libertad y otra a no dármela. Hablaba
de que en los otros campamentos había jefes que
deseaban que mi cuota fuera de cinco mil
córdobas y que él habia logrado reducirla a mil.
En tal momento surgían: la duda, el gesto, el
regansdiente, la indecision. Por fin les dije se
hace tarde, deseo la libertad. Bueno puede
marcharse; lo espero bajo su palabra de honor o
me manda la cosa con persona de confianza a tal
punto, a donde yo mandaré también mi recomendado
de confianza; pero sin que esta maniobra se
sepa. Para ponerle fin a mi situación bien
penosa le contesté entendido y me despedí con el
propósito de complir mi palabra de honor
empeñada.
El andaba muy buenos baqueanos conocedores de
todos los rincones de esa mole de montaña. Yo no
conocí a ninguno.
A Francisco no le habían registrado las bolsas;
ni amí tampoco, fueron considerados en esa
parte. Mi anillo lo había dejado en "San
Francisco." La mula tampoco me la exigieron
allá, ni en "El Chagüitón."
Me despedí de él y de sus números y emprendí la
marcha junto con mi sirviente, de cuesta abajo
hacia el fondo de la cañada, apartando breñas,
hojarascas, behucos, entre una maleza alta que
nos cubría; y seguimos, chapoteando lodo en
algunas partes, atrucun, con el bendito en la
boca, por el temor de ser alcanzados y vueltos.
Anda!, que en la tardanza está el peligro,
aunque yo tengo propósito de cumplir con mi
palabra de honor, se les puede antojar
volvernos, le decía a mi compañero.
Llegamos a un rancho, saludamos, nos ofrecieron
elotes que con el mayor / p. 13 / gusto
saboreamos, no obstante mis deseos de no perder
ni un segundo. Dicho y hecho, la sentía: una
comisión del general nos alcanzó en el rancho,
diciéndome que con el señor tal, tocandolo, le
mandará la encomienda. Digale que está bien. Me
despedí, invité al señor a seguirme y empece a
caminar. Hay los alcanzo! nos dijo el señor. No
te detengas, le decía a Casco. El camino tan
dificil como el anterior.
El señor nos alcanzó y seguimos caminando
juntos.
Llegamos al rancho donde habiamos estado
detenidos, saludamos, cambiamos impresiones de
la llegada de los marinos y nos despedimos.
Después de mucho caminar siempre a pie llegamos
al Valle llamado "El Chorro," sembrado de
pequeñas almunias, a la despedida del
crepúsculo; seguimos caminando y por último ya
de noche dispusimos quedarnos en el rancho de
una familia Soza, para seguir el viaje en la
mañana.
Poco atrás me ofrecieron un caballo con mucha
bondad. Lo tantié pero no me pareció para el
camino.
La familia Soza, nos atendió como pudo
ofreciendonos café negro, queso, frijoles,
elotes, tortillas, y tapescos de tabla para
dormir.
En la mañana nos desayunamos, nos despedimos
dando las gracias y poniendonos a las órdenes.
Salimos dejando esa accidentada campiña, y
después de mucho caminar, varianda siempre [
----- ] de mil lodos y quebradas, al Chagüitón.
Las gentes que encontramos en el camino y allí
se mostraba muy contenta, con nuestra libertad.
En el Chagüitón se encontraba mi pariente
Vicente Castellón y después de saludarme, me
habló así:
"Francisco está en el pueblo;
se fué enfermo y maltratado; a mí me dejó en su
lugar; el dinero está listo allá; ayer / p. 14 /
mandé comisiones con el fin de averiguar donde
se encontraba para disponer lo conveniente pero
fué en vano; pues se volvieron sin averiguar
nada. Por eso casualmente me estaba alistando
para investigar yo mismo su paradero y mandarle
esta carta que está aquí, dándomela, el la que
le digo lo mismo; y que me diera noticias suyas.
Me habí dicho que el efectivo mío y el de Chico
los tenía listos en su poseción llamada 'El
Caracol' en un punto distante de las casas."
Oiga!, le dije al
recomendado, llamándolo, el dinero no está aquí;
pero sí está listo; de manera que vamonos a "San
Francisco" que está cerca de aquí, quiero ver
primero a mi hermano y servicio, que sepan que
estoy libre y de allá se vuelve Ud. con una
carta para su seguridad, que o crean que es cosa
suya y lo molesten. En cuanto me desocupe y dé
algunas órdenes saldré para tratar de cumplir
con mi palabra de honor mandando la encomienda
al lugar convenido.
Llegamos a San Francisco, ví a mi hermano, al
servicio, a don José Lorenzo Reyes, me puse a
hacer la carta; se la entregué al recomendado y
después de dar algunas órdenes para poner en
órden ciertas cosas, me despedí y me fuí
acompañado de mi recomendado de confian o sea
Vicente: La dicha carta dice así:
"Hacienda San Francisco, 24
de Agosto, 1928. General don Miguel Angel Ortéz
y Guillén. Sus manos. Estimado general: / p. 15
/ Después de una travesía larga y penosa a pié
acabo de regresar; y en cumplimiento de mi
palabra empeñada salgo inmediatamente hacia
Pueblo Nuevo, en donde está lista la encomienda
que en esas cerranías y desfiladeros me exigió a
base de mi libertad, la que le enviaré desde
allá lo más pronto posible a la casa de su
recomendado, quién por los motivos justos que él
le explicará va sin ella. Chico tuvo la mejor
intención de cumplir, pero no atinando donde nos
encontrabamos por el inesperado incidente que lo
determinó a Ud. a desocupar el punto de cita,
enfermo y maltratado por la caminata a pié
también, se fué al Pueblo donde me espera. Por
tal motivo no lo encontré en su propiedad,
siento mucho, solamente a unas comisiones que se
encargaban desde ayer de averiguar para los
fines consiguientes nuestro paradero en esas
abruptas montañas. Ellas, las comisiones,
hicieron todo esfuerzo sin resultado, pues no
encontrarón quien les diera informes al
respecto. Agradeciéndole desde luego la prueba
de confianza que me dispensó, me suscribe de Ud.
atto. S. S. (f) C. Castellón."
Yo había alistado recado de
escribir en "San Francisco," después de las
pláticas del caso con varios anciosos de
detalles; de tomar una taza de café y de poner,
como he dicho antes, en órden ciertas cosas.
En el camino me apié en lugar convieniente y
formuló el siguiente pagaré. Asegurandole ser
pagado a su presentación en una postdata:
"Pagaré al General Miguel
Angel Ortéz Guillén, recomendado del General
Alejandro Ferrera, la suma de un mil córdobas;
exigidos por mi libertad en el lugar del
secuestro el 22 de Agosto de 1928. / p. 16 / (f)
C. Castellón. La Montaña, Jurisdicción de Pueblo
Nuevo, Agosto de 1928."
Se lo leí a Vicente, se lo
entregué y le ordené salir al lugar de la cita
con una carta firmada por él y la postdata,
advirtiéndole; que el dinero efectivo estaba
listo, en depósito y que el pagaré sería
cubierto a su presentación por el propio general
o por su recomendado de confianza, que mandara
con las credenciales y documentos del caso, pues
que yo estaba dispuesto a cumplir con mi palabra
empeñada. Antes de partir Vicente de recomendé
que hiciera la entrega del documento y de su
carta cuando calculara que la mía derigida de
San Francisco, hubiera llegado a su destino,
para llevarlos de impresión en impresión y
porque era necesario tomar tales precauciones:
La de Vicente a la letra dice:
"24 de Agosto de 1928.
General don Miguel Angel Ortéz Guillén. Sus
manos. Estimado general: -- Lo espero en este
'Nuevo lugar designado' por Ud. para la entrega
de los un mil córdobas que exigió a don Camilo
en esos despeñaderos con su destacamento en
cambio de su libertad. Para mi descargo,
garantía y seguridad suya ante sus jefes
también, es necesario o conveniente que venga
personalmente, o su recomendado de confianza con
sus letras y recibos firmados, como han sido sus
deseos y los del general Ferrera, firmante de la
nota al respecto. / p. 17 / Como Ud. comprende
la seguridad de todos reclama estas
formalidades, hubo la mejor intención de cumplir
puntualmente y en otra forma, pero los malos
caminos, las fatigas y la crisis de estos
pueblos, azotados por las guerras desde hace
muchos años, se han cruzado y a nuestro pesar no
lo han permitido. Además el cambio de sitio de
Ud. convenido. Don Camilo agradece su prueba de
confianza, sintiendo al mismo tiempo las
dificultades dichas y circunstancias que ahora
se cruzan para hacerlo ya en forma efectiva. De
Ud. atto. y S. S. (f) Vicente Castellón."
Todo esto por su puesto, era
entendido de verificarse con la mayor prontitud
posible. me decía Ortéz Guillén, que el dinero
no era para él sino para la causa que
sustentaban, que sus padres eran cómodos y que
le habían escrito varias veces llamándolo y
exhortándolo a que dejara esa vida y poniendo a
sus órdenes todo su capital; que él sabía
trabajar, que se dedicaba con éxito al cultivo
de la caña de azucar cuando dispuso viaje al
"Chipote" donde Sandino, quien lo recibió algo
frio al principio, siendo ahora uno de los de su
confianza; que los americanos también le han
escrito ofreciéndole dinero para él y para sus
números, garantías y un buen puesto; pero que
tampoco aceptó esa propuesta enseñandome dos
cartas: que dentro de muy pocos días se iría
donde Sandino; que la jornada la hacía en cinco
días; que a don Guillermo Mosher lo tenían en
lista y que le volarían la casa con bombas, sino
les ayudaba, aún cuando fuera, o más claro,
siquiera pagándoles la cuota que le tenían
asignada y que oportunamente lo notificaríam que
/ p. 18 / estaban bien preparados y que el
ataque general lo harán dentro de muy pocos
días. Todo esto no pretendemos que sea un
secreto, pues lo decimos publicamente, cada vez
que hay ocasión. En su conversación demuestra
ser un fanático Sandinista.
Me dió varios números de la revista "Ariel."
Ortéz Guillén, es bastante joven, blanco, pelo
rubio que usa bastante largo, de perfiles bien
marcados y fisonomía simpática, con alguna
preparación, a juzgar por su modo de conversar,
de 23 años de edad, estudió en León la primaria
y tres grados de secundaria, según me lo
manifestó; agregando que uno de sus maestros
había sido don Abraham Paguaga.
No recuerdo porque motivo
hablamos del Coco y de Ciudad Vieja, llamada
antiguamente "la ciudad de la Nueva Segovia," de
donde le vino el nombre al Departamento, lo que
dió origen a una plática sobre la historia de su
fundación, asaltos de los pirates en los siglos
pasados, emigración de las familias principales
a estos lugares y al interior, etc., tradición
de la existencia de un tesoro, fin de su
fundador Francisco Hernández de Córdoba, etc. /
p. 19 /
El dinero naturalmente lo tenía Vicente en
depósito también para su propia garantía, con
instrucciones de mandar primero su carta
enseguida el pagaré, y por último el dinero a su
presentación y recibo correspondiente que
identificara; no sin dejar de aconsejarle
precauciones para seguridades de personas y
fondas; todo en cumplimiento de lo ofrecido bajo
palabra de honor en circunstancias críticas, en
artículo "morti."
Después de algún tiempo trabajando hasta las dos
de la madrugada regresó Vicente trayendo además
de los documentos una carta que le dió a su
comisionado, en el lugar señalado o convenido
por ellos de acuerdo de su plan, la comisión de
ellos para don Guillermo Mosher, americano,
dueño de la hacienda Pataste, vecina a la mía, a
una hora poco más o menos en verano; la cual le
fué entregada dentro del término de la
distancia; amenezándolo en la carta con la
destrucción de su propiedad y otros pormenores
que ya me habían dicho en el secuestro para
hacerselo saber sin retisencias de ningún género
y como en efecto lo hice por medio de los
señores, General Ramón y Luis Fiallos, tio
político y suegro respectibamente de él.
Llegué pues aquí sin novedad; satisfecho de no
haber ido apié a la frontera; de no haber
quedado muerto en esos despeñaderos, de hambre,
sed, rodado, o matado; a juzgar por las
anteriores amenazas aludidas; de haber dejado
abonado el terreno para otro secuestrado de los
que tienen en lista, si desgraciadamente les
llega el día que crea, en su palabra si la
comprometen; de haber salvado en fin como he
dicho atrás mi desamparada situación.
Si concluyo los detalles qué
se servió solicitarme, lo mismo qué otros
amigos, los qué con gusto le envio, tanto en su
caracter de amigo personal como Ministro de la
Gobernación y de Policía, rogándole su
publicación para conocimiento de los demás
aquienes contesté ofriciéndoselos oportunamente;
manifestándole antes de concluir, aunque caso de
su peso, qué a la hacienda no se prosedio contra
ellos por razones qué no se ocultan su claro
criterio, y qué consigno enseguida: falta de
armas; tratarse de un número considerable
equipados como se ha dicho; de noche por
sorpresa; / p. 19 / los mozos en sus ranchos
particulares, distantes, desde temprano qué
sacan sus tareas; el estado enfermo de mi
hermano Julián; el peligro qué en un tiroteo
correría él, sirvientas y niños de ellas; la
comfianza, pues se aseguraba, por la prensa y
demás fuentes qué ya todo estaba calmo; y porqué
durante dos años sobre tres de intranquilidades
originadas de esta últimia contienda armada, las
irrupciones sucesivas de unos y otros,
contenidas hasta cierto punto no habían llegado
al colmo de secuestrar. Habiamos estado no
solamente a merced de las juntas de detalle qué
controlaban la población sino que también de
algunos de los jefes expedicionarios, comisiones
y desbandados qué pasaban por los dos caminos
qué cruzan la propiedad.
Asi pues, no habia de otra: el articulo morti, y
tomando en cuenta que esto va a lo largo; que el
poder público aunque no vea esos sucesos con
buenos ojos, ni quiera que entran a su estadio,
es decir, a la República, ni al campo de trabajo
nuestro, y desee sinceramente protejer a la
comunidad agricola que permanece en despoblado
sobre todo, sin más amparo que el que uno se
puede dar, ellos entran a la hora que les
conviene y desarrollan sus planes como mejor les
place: qué estando constantamente expuesto a
tales insidentes, no obstante de llevar una vida
apartada y de trabajo, no estando en mi mano
remediarlos, ni sospecharse cuando los
remediaran los causantes y obligados a ello, se
hace necesario qué uno mismo se de garantías por
los medios apuntados, a ver si los calma un
tanto y los hace quizá cambiar de rumbo contra
uno; y por último, seguro de que el Gobierno de
la nación garantizador de los intereses de la
comunidad, inspirandoso en sentimientos de
verdadera justicia, en el caso que le narro,
dará sus órdenes para que por su digno medio
seamos reparados en cuanto reciba la presente. /
p. 21 / Y satisfecho también de poderles contar
la historia, me repito su Afmo.
Amigo y S. S.
/s/ C. Castellón
P. D. No es verdad que hayan secuestrado al Sr.
José Angel [ --- ] ni a otro más -- Ruégole
dispensar los borrones por la falta de práctica
mechanográfica, y por los contratiempos
derivados del suceso. Vale.
Archivos Nacionales de
Nicaragua
Colección Sandino, Caja 3
Informes de Actividades Sandinistas y de
Colaboradores, 1928-1934
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